Parole, parole, parole, ...
A veces es mejor callarse. La sabiduría popular lo explica bien claro: "por la boca muere el pez" y también "en boca cerrada no entran moscas". Las palabras tienen casi siempre esta enorme complicación añadida de su sentido personalizado, que hace que cada uno las entendemos con matices que pueden ser bastante distantes.
Sin embargo no podemos callarnos, no lo conseguimos, toda nuestra realidad está basada en las palabras, y en el uso de estas palabras para entendernos o pelearnos, o simplemente para sobrevivir. Parece que las cosas existen porque tienen nombre, y parece que lo que no tiene nombre o palabra para definirlo no existe. Esto no es una verdad absoluta, pero en nuestro mundo actual parece una realidad práctica bastante funcional y básica.
Tampoco es un concepto tan novedoso, al contrario. El evangelio de San Juan, escrito hace casi dos mil años, empieza ya con esa clara definición: "En el principio existía la palabra, ..." (San Juan, 1, 1, 1). La importancia de las palabras es innegable, desde siempre, por lo menos así nos parece a nosotros los humanos.
El uso de las palabras se nos hace imprescindible para nuestra realidad diaria, tanto como respirar y comer y beber. Estas palabras aquí, en este nuevo intento de blog o diario semi-público, son un pequeño intento de explicar las miles de otras cosas que conviven conmigo en este mundo y que casi nunca llegan a expresarse porque no forman parte ni del trabajo ni de la vida familiar, y porque son aspectos valiosos de la vida aunque muy alejados de lo que se valora en terminología puramente económica y/o mercantil. También hablaremos, es inevitable, del trabajo, de los caballos que nos rodean, del raid, de fotografía y de todo lo que podamos decir dentro de un límite normal de convivencia. Los demás lo guardaremos para tertulias de bar, elucubraciones etílicas, o noches de lujuria ...
Carpe diem,
KF.
Sin embargo no podemos callarnos, no lo conseguimos, toda nuestra realidad está basada en las palabras, y en el uso de estas palabras para entendernos o pelearnos, o simplemente para sobrevivir. Parece que las cosas existen porque tienen nombre, y parece que lo que no tiene nombre o palabra para definirlo no existe. Esto no es una verdad absoluta, pero en nuestro mundo actual parece una realidad práctica bastante funcional y básica.
Tampoco es un concepto tan novedoso, al contrario. El evangelio de San Juan, escrito hace casi dos mil años, empieza ya con esa clara definición: "En el principio existía la palabra, ..." (San Juan, 1, 1, 1). La importancia de las palabras es innegable, desde siempre, por lo menos así nos parece a nosotros los humanos.
El uso de las palabras se nos hace imprescindible para nuestra realidad diaria, tanto como respirar y comer y beber. Estas palabras aquí, en este nuevo intento de blog o diario semi-público, son un pequeño intento de explicar las miles de otras cosas que conviven conmigo en este mundo y que casi nunca llegan a expresarse porque no forman parte ni del trabajo ni de la vida familiar, y porque son aspectos valiosos de la vida aunque muy alejados de lo que se valora en terminología puramente económica y/o mercantil. También hablaremos, es inevitable, del trabajo, de los caballos que nos rodean, del raid, de fotografía y de todo lo que podamos decir dentro de un límite normal de convivencia. Los demás lo guardaremos para tertulias de bar, elucubraciones etílicas, o noches de lujuria ...
Carpe diem,
KF.
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